El colchón: en casa o en la calle

La caída del Imperio Romano supuso también una decadencia en el uso del colchón. En la Edad Media había mucha gente errante que viajaba de ciudad en ciudad, como los juglares o los mercaderes. Toda esta población a la hora de dormir buscaba el mejor sitio bajo techo o en la calle. Además, no era de mal gusto descansar junto a otras personas, pues se aportaban calor mutuamente y esto era más importante que la intimidad. De esta manera, cualquier rincón en el suelo se convertía en un improvisado colchón.

Precisamente, de ahí viene el término “cabecera”, que no era la zona superior de la cama sino el lugar del suelo donde se acomodaba la persona para dormir. El medievo también dio lugar a la expresión “hacerse la cama” entendido de forma literal. Puesto que no existía un lugar exacto para dormir, cada noche los usuarios tenían que fabricar el colchón a base de paja o cualquier otro material extendido en el suelo.

Además, el uso del colchón se vio sometida a las creencias de cada época. De esta manera, aunque ahora consideramos el colchón como sinónimo de descanso, en el siglo XII el rey Edgar de Escocia prohibió a sus nobles dormir en un buen colchón de plumas para evitar que este colchón blando los convirtiera en soldados de débil carácter.

 
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